Cuando miramos retrospectivamente los conflictos que nos han enfrentado durante tantas décadas y dentro de ellos el ingrediente religioso y cristiano de esos conflictos, tenemos que reconocer que la fuente de muchas estigmatizaciones, exclusiones, condenas, ataques y en ocasiones agresiones y violencias tendientes al exterminio, se inspiraron en documentos pontificios que censuraron y condenaron posiciones ideológicas y cosmovisiones que en su momento fueron consideradas ajenas, contrarias y nocivas para la vivencia de la fe cristiana.
No podemos negar que en Colombia se combatió con emotividades desbordadas, desde las masas católicas orientadas por sus pastores, a los militantes de fuerzas políticas liberales, y en determinados períodos, con especial saña, al movimiento Gaitanista, como también a los militantes de corrientes y movimientos socialistas y comunistas, y muy especialmente a quienes recurrieron al derecho a la rebelión en las diversas versiones insurgentes. Las estigmatizaciones y condenas, a veces inspiradas en rasgos de las Cruzadas y de la Inquisición, incentivaron odios, dogmatismos y fanatismos que dejaron sus huellas profundas en nuestro cristianismo histórico y que hoy se afirman como obstáculos para una reconciliación nacional.